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28 de Feb de 2024
En tiempos de violencia política, el periodismo se vuelve una tarea de riesgo
Crónica de un debate parlamentario blindado por la represión a la protesta social. Testimonio de una experiencia periodística colaborativa y popular, desde el epicentro del conflicto.
Tratamiento de la ley ómnibus: una cobertura colaborativa y formativa
Por Evelina Ramírez *
He visto al monstruo. Lo vi de cerca y pude sentir también cómo uno de sus brazos me roció la vista y la piel con un nuevo gas pimienta, altamente tóxico.
He visto al monstruo que es el aparato represivo del Estado, desplegado en las calles con su moderna tecnología y despliegue logístico para reprimir manifestantes que se congregaron en la Plaza del Congreso para reclamar a viva voz que no se apruebe la popularmente llamada “ley ómnibus”.
Sabiendo del rechazo popular que generaba la iniciativa, desde la Regional Córdoba de la Confederación de Medios Cooperativos y Comunitarios se llevó adelante una cobertura colaborativa con el objetivo de poder dar cuenta de lo que sucediera tanto dentro como -fundamentalmente- afuera del recinto de la Cámara de Diputados.
En representación de la Red de Medios Digitales estuvo el compañero Ramiro Quintanilla, comunicador del portal web El Resaltador. Yo fui en nombre del Foro Argentino de Radios Comunitarias y trabajo en VillaNos Radio, la emisora comunitaria de la Cooperativa Integral de Villa Carlos Paz.
Gracias a las gestiones del equipo de la diputada Gabriela Estévez, pudimos acreditarnos y tener acceso al Salón de Pasos Perdidos, el lugar donde la prensa se reúne y entrevista a las y los diputados. Fueron tres días de una cobertura que fue formativa.
Ver los dos mundos que significan el adentro y el afuera.
El adentro: con sus lógicas de protocolo, el aire acondicionado, la prensa hegemónica y su distribución de espacios escenográficos, las horas de pantalla en la transmisión por Youtube de cada una de las intervenciones de lxs diputadxs.
El afuera: con el sol abrasador, las pieles curtidas, los rostros cansados, las parrillas encendidas con la esperanza de poder juntar unos pesos con la venta de choripanes o hamburguesas, la magia de las heladeras conservadoras que -pese al calor- cumplían con la promesa de entregar bebida fresca, las enormes banderas de las agrupaciones políticas, sociales, barriales que se mezclaban con los carteles improvisados, armados con cajas de cartón y pinceles apurados que definían con trazo firme las consignas en defensa de la patria.
Desde el primer momento, entendimos la importancia de estar ahí, cronicando desde la perspectiva de la comunicación comunitaria y popular.
Llegamos el día anterior al tratamiento del proyecto de ley en el recinto. La guardia periodística se montó en la puerta del edificio anexo del Congreso, donde están los despachos de lxs diputadxs. Tiempo de espera a la pesca de alguna información que precise, tras la reunión de labor parlamentaria, a qué acuerdos se arribaron para proceder a desarrollar el debate.
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Tímidamente se acercan a las cámaras un grupo de jubiladxs que reclaman que el proyecto no se apruebe porque en uno de sus artículos se incluía la eliminación del Fondo de Garantías de Sustentabilidad (FGS). Se trata de un fondo creado en julio del 2007 por el entonces presidente Néstor Kirchner en el marco del proceso de estatización de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP).
Entre sus activos hay tanto inversiones financieras como porciones accionarias de empresas líderes, que en su momento pertenecieron a las AFJP y desde la estatización quedaron en poder del Estado. La ley ómnibus presentada por el presidente Javier Milei pretendía que todos los activos pasen a manos del Tesoro nacional y salgan del patrimonio de la Anses.
“Soy jubilado y cobro 160.000. Gracias a vos, Milei, voy a poder darme el lujo de ser indigente”, dice el cartel que sostiene Eduardo Barney, uno de los jubilados.
“Con la gran devaluación que hizo el gobierno de Milei, prácticamente nos metió la mano en el bolsillo y nos sacó el 50% de nuestros ingresos. Esto es un acto delincuente”, resume el hombre en la entrevista que le realizamos.
La gran mayoría de los periodistas presentes lxs ignora.
El número de jubiladxs va creciendo y ocupando la vereda paralela a donde se ubica la prensa. A los carteles se suman banderas y cacerolas. Una gran pancarta con el rostro de Norma Plá le rinde homenaje de la mejor manera: luchando.
“Estamos acá en defensa de los derechos humanos, de los derechos de los trabajadores jubilados y en defensa del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. La ley ómnibus es criminal y no queremos que se vote”, expresa Cecilia González, secretaria de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Regional CABA.
Al día siguiente, el Congreso amanece vallado.
Clima de violencia política
A las 10, del miércoles 31 de enero estaba convocada la sesión.
La tensión en el interior de la Cámara ya se notaba. De hecho, previo a dar comienzo al debate y mientras se trataban las cuestiones de privilegio, la diputada Myriam Bregman (Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad) fue insultada por una persona que luego fue identificada como Tomás Agote, un hombre que dijo ser empresario y se encontraba en el palco para observar la sesión.
“Esto es la escuela de (José Luis) Espert (diputado de Avanza Libertad): que a la izquierda se la agrede y se la insulta. Que si sos mujer te pueden decir absolutamente cualquier cosa. Esta división que hacen, entre ‘gente del bien’ y los que no seríamos integrantes de esas ‘fuerzas del cielo’, la verdad que es sumamente peligrosa. Estamos acá porque nos votaron y a esas personas no las vamos a traicionar”, expresó Bregman ante nuestro micrófono en el Salón de Pasos Perdidos.
Y agregó: “Me pasaba lo mismo cuando actuaba en los juicios orales contra los genocidas. Era una práctica muy habitual de los genocidas y sus familias venir a agredir a aquellos que decíamos la verdad y teníamos la valentía de enfrentarlos. Creo que acá está pasando lo mismo. Son esas prácticas autoritarias de creer que porque nos gritan desde un balcón van a cambiar nuestras convicciones”.
Minutos más tarde la diputada Cecilia Moreau (Unión por la Patria) denunció desde su banca la presencia de Leonardo Sosa, fundador de la agrupación Revolución Federal, la organización que está siendo investigada por el intento de asesinato de la exvicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el 1 de septiembre de 2022. Sosa también está procesado por haber amenazado a CFK y otros dirigentes.
“Está en esta casa retuiteando y amenazando diputados. Entró con una pulsera color roja, que se está distribuyendo desde algún lugar de esta cámara”, sostuvo Moreau en su intervención. Además, le solicitó al presidente de la Cámara de diputados, Martín Menem, que “cuide la integridad de los diputados y las diputadas”.
“Esta Cámara tiene el personal para hacerlo, pero además inmediatamente retire esta persona que está procesada en distintas causas judiciales y abra un sumario para ver quién fue el que lo invitó y le dio la pulsera a este señor Sosa, que tanto se ha hecho notar desde este Parlamento en las redes sociales”, dijo.
Superado el momento de nerviosismo, se dio inicio al debate. El diputado cordobés y representante de La Libertad Avanza, Gabriel Bornoroni, ofició de miembro informante del proyecto oficialmente titulado Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos.
Tras expresar los lineamientos, enumeró la serie de artículos que se quitaban del dictamen de mayoría. Considerando las modificaciones, el jefe de la bancada de Unión por la Patria, Germán Martínez, solicitó que el proyecto vuelva a comisión. La moción recibió 149 votos negativos y 103 positivos.
Así comenzó el debate legislativo de un proyecto de ley ómnibus que tuvo un recorrido circular: nació en comisión y terminó en comisión, sin poder aprobarse.
Las fuerzas del pueblo
Durante los tres días que duró el tratamiento en general del proyecto de ley ómnibus hubo acciones de protesta en la Plaza Congreso. Organizaciones sociales, partidos de izquierda, asambleas barriales, el colectivo de Unidxs por la Cultura, ambientalistas, el movimiento de jubilados, personas autoconvocadas se congregaron en el lugar para manifestar su rechazo al proyecto.
En los tres días, el operativo represivo fue desproporcionado, violento y absurdo. El primer día actuaron las fuerzas que responden al Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Patricia Bullrich (Gendarmería, Prefectura, Policía Federal, Policía Motorizada, Infantería y Policía de Seguridad Aeroportuaria). El segundo y el tercer día se sumó también la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
El despliegue logístico fue inusitado y planteaba verdaderamente un escenario de guerra: cientos de agentes con palos, armas largas, gases, escudos, cascos; carros hidrantes, decenas de combis y colectivos donde traían refuerzos. Las filas de policías y gendarmes eran interminables, sobredimensionadas para la cantidad de personas manifestantes que había en el lugar.
En los tres días, las concentraciones se desarrollaron de manera pacífica sobre el predio de la Plaza Congreso, hasta que el operativo represivo comenzaba con la ostentación de fuerza. Las primeras en cortar completamente el tránsito vehicular siempre fueron las “fuerzas de seguridad”. A partir de ahí, la gente se volcaba también a la calle y empezaban los forcejeos y los momentos de tensión.
Por supuesto, sentí miedo. Pero intento controlarlo. Es una emoción que no quiero regalarles. Comienzo a registrar lo que hacen las fuerzas de represión. Aprendí en las marchas que tuvimos con mis compañerxs de la COOPI que los ojos tienen que estar atentos a sus movimientos. Porque la violación de los derechos humanos siempre la comete el Estado.
Tras cortar el tránsito, el despliegue represivo luego avanzaba sobre las veredas y sobre la misma plaza, siendo que -teóricamente-, son los espacios habilitados para el ejercicio del derecho a la protesta.
Ahí la bronca popular se volvía incontenible.
Una garganta colectiva le recordaba los agentes de Gendarmería que fueron los asesinos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Gritaban sus nombres. El pueblo no olvida.
El primer día se hizo una sentada sobre el asfalto de la avenida Rivadavia. Sin embargo, la Gendarmería avanzó. Hubo personas golpeadas, entre ellas el dirigente del Polo Obrero, Eduardo Belliboni. El segundo y el tercer día las sentadas pacíficas se hicieron sobre la plaza, y lo mismo arremetieron contra lxs manifestantes, golpeando y gaseando. “Avanzan sobre la plaza, ¿en qué parte del protocolo antipiquete dice esto?”, decía un periodista mientras hacía su crónica en vivo.
El primer día de la sesión terminó con un cuarto intermedio, alrededor de las 21:30. El oficialismo no consiguió los votos para la aprobación en general. Afuera, la represión seguía. El día terminó con la detención de cuatro mujeres -entre ellas una militante de la UCR- por estar sentadas en la plaza cantando el himno.
El segundo día, se repitió el escenario represivo. Palos, gases y se sumaron las balas de goma. Se habló de unas 60 personas heridas. Cerca de la mitad eran periodistas. En el recinto, la oposición no dialoguista solicitó un cuarto cuarto intermedio para intervenir y poner un freno a la represión. La moción fue sometida a votación a mano alzada y fue rechazada.
En ese momento, diputadxs del bloque de Unión por la Patria y del Frente de Izquierda Unidad decidieron abandonar sus bancas y salir a la calle, como medida de contención de la represión. Máximo Kirchner, Leandro Santoro, Pablo Carro, Gabriela Estevez, Myriam Bregman, Alejandro Vilca y Nicolas Del Caño, entre otros. Fueron empujados y se armó una verdadera batahola.
Regresaron al recinto y la diputada Julia Strada denunció la represión ante la prensa y mostró los perdigones de balas de goma. “Esto es lo que necesitan para hacer pasar esta ley: reprimir al conjunto de la población que finalmente entendió que esto va en contra de todos los derechos ganados”, dijo.
La sesión del jueves 1 de febrero se extendió hasta la medianoche, cuando -una vez más- se resuelve un cuarto intermedio hasta el viernes al mediodía. Una vez más, la votación en general se volvió a postergar porque -evidentemente- no contaban con los votos.
El día 3, el escenario volvió a repetirse. Calor intenso afuera, la discusión parlamentaria adentro. Comenzaron a llegar las organizaciones a la plaza. Alrededor de las 18, el proyecto fue sometido a votación en general. 144 votos a favor, 109 en contra. El debate artículo por artículo se postergó para el martes 6 de febrero.
Afuera, el clima era diferente. Un festival de Unidxs por la Cultura me hacía pensar -ingenuamente- que esta vez no habría represión. Lectura equivocada. El despliegue de fuerzas repitió la coreografía. Cortaron el tránsito de Rivadavia. Cortaron la circulación peatonal de la vereda y comenzaron a acorralar lxs manifestantes.
Lxs jubiladxs enfrentaron con decisión a la Gendarmería y Prefectura, que actuaban como fuerza de choque. “Es el colmo esto. El derecho de todos ustedes estamos defendiendo. ¿Cuánto les pagan a ustedes? ¿Te alcanza para llegar a fin de mes”, le preguntó un jubilado a un policía.
El coro de manifestantes les cantaba: “Que feo debe ser / Reprimir al pueblo / Para poder comer”.
En medio del tumulto, me detuve a mirar a una mujer jubilada. Su cuerpo menudito prácticamente era la mitad del tamaño de los gendarmes que tenía al frente.
Estaba allí, parada sobre la vereda, abrazada a su mochila y decidida a defender sus derechos. Yo tenía mi chaleco de prensa provisto por el Cispren. La propia secretaria general del gremio, María Ana Mandakovick -que también estaba en Buenos Aires acompañando el reclamo en representación del sindicato de prensa, de la CTA Autónoma y la Federación de Trabajadores de Prensa-, me advirtió desde el primer día la importancia de usarlo. Así lo hice.
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Estando en la vereda e identificada como prensa, recibo el gas tóxico. Veo a un jubilado caer. Intento seguir filmando y me es imposible. Pienso en la señora que también estaba ahí. La pierdo de vista. No veo nada. Me alejo del tumulto para recuperar la respiración. No logro abrir los ojos. Una persona me ve y me pregunta si estoy bien y le respondo: “No veo nada”.
Esa persona me toma del brazo y me lleva al puesto sanitario que el Polo Obrero había montado en la plaza. Me sientan en una silla y una chica me dice que se llama Barbara y que lavará mis ojos para quitar el gas. Me pide que tire la cabeza hacia atrás lo más que pueda y que abra los ojos. Intento hacerlo. Intento abrir los ojos y colaborar con la tarea para que otras personas también puedan ser atendidas. No lo logro. Siento como si el párpado estuviera paralizado. Ella lo nota y decide abrirme los ojos con sus manos. Arroja un líquido transparente y lo deja correr. Primero en el ojo derecho, luego en el izquierdo. Repite el proceso. Veo todo borroso. Me pide que mueva los ojos de un lado al otro para lavar mejor.
Después de todas las curaciones, recupero la vista y logro encontrarme con su rostro de enormes ojos verdes. Me muestra su mano con dos dedos y me pregunta cuántos veo. Respondo. Repite el procedimiento con un dedo. Me pregunta cómo estoy y respondo que bien. Estoy pudiendo ver de nuevo. Miro alrededor y noto que otros compañerxs de prensa también estaban siendo asistidos. Varios con chalecos del SIPREBA (Sindicato de Prensa de Buenos Aires).
Vuelvo a tratar de registrar lo que seguía pasando. La Policía Motorizada avanza con violencia sobre avenida Rivadavia. La gente se resiste. Intentan armar una barricada con un contenedor de basura. Le prenden fuego. Escucho los disparos de las balas de goma. Intento acercarme más al lugar para registrar y ahí es cuando noto que el gas también había rociado los brazos. El ardor era insoportable. Trato de calmar la sensación de quemazón con agua y es peor.
Me quedo lejos e intento tomar algunos videos para seguir enviando material al grupo de whatsapp de la Cobertura Colaborativa que habíamos armado en estos días. Lxs compañerxs replican la información, en cada uno de los medios. Radios comunitarias y páginas web difundiendo desde sus plataformas lo que estaba pasando.
Estando en el medio de la Plaza reconozco a un grupo de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires. Estaban con chalecos rojos. Los había visto en los días anteriores. Me quedo con ellxs y me siento protegida. Lxs veo actuar: miran de lejos las situaciones de represión (a esa altura era imposible acercarse sin tener alguna protección adicional como casco o máscara de gas) y al momento de la detención de una persona, salen corriendo a registrar el momento.
***
Días más tarde, la Comisión presentó un informe sobre la represión del 31 de enero, 1 y 2 de febrero dirigido al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem. Allí se deja constancia que durante los operativos detuvieron arbitrariamente a 23 personas y al menos 285 personas sufrieron lesiones por los palazos, disparos de balas de goma y como consecuencia del uso de gases lacrimógenos y químicos.
El escenario de represión se alarga. El camión hidrante de infantería también se aproxima. La gente corre. Renace con fuerza el grito “fuera yuta, fuera”. Grito poderoso. Estruendoso. Ensordecedor. Una garganta colectiva que se unifica en ese grito de furia. “Fuera yuta, fuera”. El derecho a la protesta, vulnerado. El brazo armado del Estado reprime en la plaza y en la vereda.
Al momento de la desconcentración, la Policía Federal arremetió una vez más contra los manifestantes y emprendió una verdadera cacería sobre avenida Callao. Quedaba muy poca gente y decidieron actuar. Ataviados con ropas más ligeras (no con borcegos, cascos y escudos, sino de jean y zapatillas). Operaban en grupo. Recibían una orden y empezaban a correr. Agarraban de los pelos, de los brazos, los pisaban. Detenían a personas que sólo mantenían el grito de que la Patria no está en venta.
Uno a uno los iban deteniendo. Uno a uno los iban cazando, como animales.
“Yo no odio a nadie”, decía desde el piso Juan Carlos Denuble, uno de los detenidos. “Soy discapacitado y me están pegando”, alcanzó a expresar otro de los apresados antes de gritar su nombre: Maximiliano Sosa.
Tras el operativo, la policía se retiró. “¡¡RATAS!!”, les gritó un hombre, con todo el aire de sus pulmones.
En la Plaza quedaban un puñado de personas golpeando sus cacerolas. “Es un día triste, muy triste. Es un paso atrás otra vez. Este despliegue militar y policial fue increíble. Uno se va contento porque dio todo y la lucha sigue. Que la ley se haya aprobado es una vergüenza”, expresó Eduardo ante los micrófonos de esta Cobertura Colaborativa.
“Nosotras somos trabajadoras. Soy mamá de cinco hijos. Van a privatizar las escuelas. La plata que gano que son 250 mil pesos, no me alcanza. Tengo que darle de comer a mis hijos. Tengo que pagar el alquiler. Estoy desesperada porque mis hijos me piden ropa y no tengo para comprarles. Por esa razón estoy acá”, expresó.
Como corolario de una noche funesta, en el camino de regreso al hotel donde me hospedaba encontré una placa que recuerda a GASTÓN RIVA, asesinado por la represión policial en la rebelión popular del 20/12/2001.
La veo, la fotografío. Pienso en la enorme dimensión espacial que debe haber tenido el Argentinazo. Pienso en la parábola de encontrarme justo ese día con esa placa.
Todos los caminos parecen conducir a un nuevo 2001.
El final es en donde partí
Tras la aprobación en general, el martes 6 de febrero se retomó el debate en el recinto. La Cobertura Colaborativa continuó con la incorporación de Martina Cinccone, compañera de Radio Revés, la emisora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.
Comenzó el debate artículo por artículo y siguieron introduciéndose cambios al proyecto. Se aprobó la declaración y se consiguió también la aprobación de las facultades delegadas, pero mucho más restringida que en la pretensión original de La Libertad Avanza. Antes de entrar en el capítulo de las privatizaciones, se pidió un cuarto intermedio. Al regreso, tomó la palabra el presidente del bloque oficialista, Oscar Zago, y solicitó que el proyecto vuelva a comisión. Se votó a mano alzada y se consumó así uno de los momentos más bochornosos de la historia política reciente.
Afuera, hay celebración. No solo en la Plaza Congreso, sino también en cada rincón del país donde hubo vecinxs organizados visibilizando en sus territorios el rechazo al proyecto.
Fue un triunfo popular. Un logro, que también se percibe como un pequeño paso dentro del enorme retroceso que transitamos por estos días. La enorme transferencia de recursos de los sectores trabajadores al poder económico concentrado es feroz. Los salarios están siendo licuados y el Gobierno de Javier Milei no pone un freno al ajuste.
Los dolores del pueblo son cotidianos. Hay mucho por lo que seguir cronicando. Como lo hacemos los medios comunitarios, cooperativos y de la universidad pública: de manera colaborativa, solidaria y -como nos enseñó Rodolfo Walsh- fieles al compromiso de seguir dando testimonio en tiempos difíciles.
Fotos: Confederación de Medios Cooperativos y Comunitarios
* Periodista de la radio VillaNos 100.7 de Villa Carlos Paz y la Regional Córdoba de la Confederación de Medios Cooperativos y Comunitarios. Estudiante de la FCC en proceso de trabajo final de grado.